martes, 14 de septiembre de 2010

Crónica de una muerte anunciada-Gabriel García Márquez


En este lado del mundo es muy común que ante un hecho previsible la gente diga que se trata de la “crónica de una muerte anunciada”, lo que me lleva a pensar que probablemente el título de este libro sea uno de los más nombrados y repetidos de la historia. Sin embargo, así como pienso eso también me pregunto cuántas de las personas que repiten la frase hasta el cliché habrán leído el libro o sabrán siquiera que se trata del título de una obra de García Márquez.

Yo pecador me confieso haber dicho y escrito infinidad de veces que algún evento o cosa se trataba de la “crónica de una muerte anunciada” sin saber quién era Santiago Nasar. Pero ya no. Todo cambió cuando mi abuela, después de una limpieza de closet, me entregó un ejemplar del libro. Se trataba de la primera edición, compuesta por 156 amarillentas y frágiles páginas, impresa por la editorial Oveja Negra en Bogotá y distribuida en Venezuela por Litexsa Venezolana S.A a un costo de 21.00 Bs. La portada, obra del pintor colombiano Hernando Vergara, es la que ilustra este post y en ella destaca la mariposa amarilla en el pie derecho de la víctima.

La primera frase del libro es de antología. Aunque ya revela el final, engancha de una y despierta curiosidad por todo lo que viene: “El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”. A partir de allí, con gran maestría, el Gabo se lanza a contar la historia de cómo los hermanos Vicario asesinan a Santiago Nasar ante el conocimiento del pueblo y, peor aún, a la vista de todos.

La forma en la que está escrito el libro me llamó mucho la atención. No sé si llamarlo crónica novelada o cómo, pero es una especie de intermedio entre periodismo y literatura. Narrando en primera persona, García Márquez -o el cronista- va reconstruyendo los hechos, años después de ocurridos, mediante las actas del sumario y los testimonios de las distintas personas que lo vivieron, entre ellas él.

El relato, visto a muy grandes rasgos, puede parecer absurdo: a Santiago Nasar lo buscan para matarlo, todo el pueblo está enterado menos él, y casi todos quieren o tratan de evitarlo pero nadie hace nada en concreto para lograrlo. Tampoco le avisan y cuando lo hacen resulta demasiado tarde. ¿Cómo es esto posible? Todavía no logro comprenderlo, pero me lo creo y allí es donde yo veo que está la maestría del Gabo: que convierte un absurdo en algo creíble.

También su maestría se hace presente a la hora de crear y recrear el pueblo y sus habitantes. Mucho realismo mágico –su sello de fábrica-, bastante costumbrismo, algo de machismo una pizca de sincretismo religioso y un poco de folklore son los ingredientes de este pueblo sin nombre en el que el conflicto del siglo se desarrolla porque Ángela Vicario fue devuelta a su casa en plena noche de bodas, ya que, oh pecado, resultó no ser virgen. Así que para limpiar su honor, sus hermanos varones, muy a su pesar, deciden asesinar a su amigo Santiago Nasar, quien según ella es el responsable de semejante oprobio, cosa que en realidad no queda muy clara en el libro. ¿Fue él en realidad o todo se trató de un invento de ella? Nadie sabe, nadie supo.

Lo cierto es que lo matan, y a medida que se acerca el final la lectura va agarrando un ritmo vertiginoso. Las páginas pasan volando y aunque ya uno sabe cual será el desenlace termina como uno más del pueblo, alrededor de la plaza, expectante, impávido, viendo cómo sucede todo.

Total que el libro me encantó. Redondito y perfecto. El García Márquez que me gusta condensado en 156 novedosas, buenas y memorables páginas.

FICHA TÉCNICA
Crónica de una muerte anunciada
Gabriel García Márquez
Oveja Negra
1981
156 pág.

Sabana Grande era una fiesta-Fausto Masó


Una oferta engañosa. Esa es la mejor manera de calificar este libro. Uno lee el título y piensa que se va a encontrar con la descripción de aquel Sabana Grande que, como el París de Hemingway, era una fiesta. Uno ve en las fotos de los anexos a Uslar Pietri, a Miguel Otero Silva, a William Niño Araque, a Teodoro Petkoff, a Miguel Henrique Otero, a Leonardo Padrón y piensa que va a leer un libro en el que se van a contar anécdotas de ellos en aquellos años -tal se la pasaba aquí, cual lloraba sus penas de amor allá, este escribió el primer capítulo de su famosa novela en las sillas de este café- y resulta que no, que nada se aleja más de la realidad.

Pero empecemos por el principio y hagámoslo con una precisión tan perogrullesca como necesaria: Un lugar y un ambiente pertenecen al ámbito de lo físico y de lo social, respectivamente. En medio de todo ello está lo histórico -eventos sociales trascendentes que ocurrieron en ese determinado lugar-. Por lo tanto, si lo que se pretende recrear es eso -¿y qué más se puede pretender recrear con un título como "Sabana Grande (lugar) era una fiesta (ambiente)"?- es necesario, casi indispensable, describir lo físico, narrar lo social y contar lo histórico. Pero Masó se olvida del primer y tercer elemento para afincarse en el segundo.

Y he aquí otro problema: los personajes por medio de los cuáles se nos mostrará la fiesta que era Sabana Grande son personajes en los que la relación con el sitio no queda clara. Uno no sabe si era gente asidua del boulevard o si iban de vez en cuando. Si eran personajes típicos o estaban de pasada. Porque sus historias muy raras veces tienen lugar allí.

Se encuentra entonces uno con 22 crónicas -unas buenas, unas malas y otras, la mayoría, que empiezan muy bien y terminan desconcertantemente mal- sobre una variopinta gama de personajes -exiliados, ladrones, locos, enfermos y pare usted de contar- cuyo nexo común no parece serlo 'la gran avenida' o el "Gran Café" sino la amistad con Fausto Masó. Que de eso, al final, es de lo que se trata el libro: de la vida de los amigos, de los íntimos, de los cercanos a Masó. Mientras que de Sabana Grande solo tiene el título, las fotos, algunos párrafos del prólogo de Sergio Dahbar y el epílogo. Más nada. Una que otra mención de algún restaurant, café o local y listo.

Entonces hay entre título y obra un trecho más largo que el que, según la sabiduría popular, existe entre dicho y hecho. Pero todo tiene una explicación: resulta que el libro es la reedición de uno que él escribió en los ochentas llamado Gran Café, el cual prologaron, epilogaron, foto-anexaron y, hágase el engaño y el engaño se hizo, re-titularon con el título que jamás debió ser. Porque en honor a la verdad -y al respeto al lector- ese libro debió llamarse: "Historias de mis amigos", "La vida de mis amigos", "22 crónicas de gente con la que compartí en Sabana Grande", pero nunca así.

Total, se trata de una oferta engañosa -que es una manera elegante de decir estafa-, de discutible calidad literaria -he leído peores y mejores- y que puede servirle al lector para cualquier cosa menos conocer/recrear/revivir ese "Sabana Grande[, que] era una fiesta".

lunes, 13 de septiembre de 2010

La Muerte de Honorio-Miguel Otero Silva



De la última dictadura militar que padecimos los venezolanos nos separan por lo menos cuatro décadas de democracia -imperfecta, corrupta y todo lo que se quiera, pero democracia-. Esa dictadura, la de Pérez Jiménez, se vio favorecida por altos precios petroleros mediante los cuales pudo desarrollar un faraónico y nuevo ideal nacional, que con mucho concreto armado logró de algún modo tapar sus crímenes e indultar en la memoria colectiva del país al dictador, al punto de que no son pocos los que todavía le añoran.

Sin embargo, en aquellos años hubo represión, hubo tortura, hubo incluso un campo de concentración llamado Guasina. Y de recordarnos todo eso se encarga esta novela de Miguel Otero Silva. En ella se cuenta la historia de 5 hombres -un médico, un periodista, un barbero, un capitán y un tenedor de libros- que terminan presos en una misma celda, donde rememoran todo lo que sufrieron en manos de los esbirros de la Seguridad Nacional.

Paralelamente se desarrolla otra trama, la de Honorio, que es la que le da el título al libro. Él es el hijo del barbero, a quien todos conocen y comienzan a querer por medio de los relatos de su padre. De esta manera se van encariñando con ese niño y van haciendo planes para ayudarlo cuando salgan de la cárcel. Sin embargo, al final se descubre que el niño no es sino producto de la imaginación del barbero y la noche del 22 de enero -la dictadura cae la madrugada del 23-, cuando les dice la verdad a sus compañeros de celda, se produce la "muerte" de Honorio y se termina el libro.

Confieso que no entendí muy bien esta parte. Supongo que debe tener un significado simbólico sobre el que no he reflexionado lo suficiente o algo así. Puede que muestre de algún modo cómo en tan adversas circunstancias valores como la solidaridad se hacen presentes con bastante fuerza o cómo muchas veces es necesario aferrarse a algo, una idea o lo que sea para sobrevivir. Quizás por allí puede que vayan los tiros.

Pero como ya lo dije, el plato fuerte para mí fueron los relatos de las torturas a las que eran sometidos los presos en la Seguridad Nacional, los cuales son auténticos y, cuenta la leyenda, dos de ellos estarían basados en Luís Miquilena -presumiblemente el periodista- y José Agustín Catalá. Con precisión de buen periodista, que a fin de cuentas es lo que era Otero Silva antes que escritor, va describiendo en boca de los ellos las despiadadas, crueles e inhumanas prácticas de los esbirros. No miento si digo que en más de una oportunidad tuve que parar la lectura por la crudeza de lo relatado. Desde el ring de caucho con hojillas sobre el que paraban a los presos, hasta las agujas enhebradas con hilos de saco con las que les atravesaban los brazos, pasando por planazos, quemaduras con cigarrillos, privaciones de agua, alimento y luz durante días y otros infames métodos de los que no quiero acordarme. Todo bajo el añorable y siempre-bien-recordado gobierno de Pérez Jiménez.

El lenguaje del libro es sencillo pero correcto, por lo que la lectura se hace fácil. En él se distinguen tres voces: la de un narrador omnisciente que cuenta lo que sucede en las celdas; la de los presos, que en primera persona les relatan a sus compañeros y a los lectores cómo y por qué los apresaron los torturaron; y la de sus conciencias, que en una especie de monólogo interior hace un repaso biográfico de la vida de cada uno. Estas dos últimas voces van intercaladas entre párrafos, con tipografías y fuentes diferentes para distinguirlas, cosa que me recordó un poco a Conversación en la Catedral de Vargas Llosa.

Sin embargo, más allá de lo literario el libro tiene un gran valor moral e histórico, ya que mediante la denuncia de los crímenes y horrores de la dictadura se vuelve una especie de heraldo que madruga la conciencia ante el sueño absolutorio del olvido, lo que lo convierte en uno de esos libros indispensables que hay que tener en la biblioteca y releer de vez en cuando para convencerse de lo abominables que son las dictaduras, aunque se durmiera en alguna de ellas "con las puertas abiertas".


FICHA
La Muerte de Honorio
Miguel Otero Silva
1963
Seix Barral
195 pag.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Amar en Madrid-Francisco Umbral


Hace algún tiempo intenté leer las columnas de Francisco Umbral en una recopilación especial que a manera de homenaje hizo El Mundo cuando murió. Como decidí leerlas desde el principio, y las primeras columnas eran de 1994, me aburrí rápido porque no conocía a los personajes de los que hablaba –políticos en su mayoría-, así que al rato abandoné la misión y luego llegó el restrictivo Orbyt y sanseacabó. Sin embargo siempre me quedó cierta curiosidad por el tan-nombrado-en-el-programa-de-radio-español-que-escucho Paco Umbral, así que apenas vi esta obra de él en el “Cambalache de libros” la agarré con la misma rapidez con la que acá en Venezuela se agarra un kilo de azúcar –por aquello de la escases, digo-.

Por el título pensé que era de una novela de amantes y amores en Madrid, pero nada más alejado de la realidad: era un compendio de breves artículos –“viñetas” los llaman en la contraportada- sobre diversos temas relacionados con Madrid. Al principio me desilusionó un poco, ya que no era lo que esperaba, pero pasadas algunas páginas y ya habiendo terminado el libro solo me queda decir: menos mal que no era otra cosa, porque a este libro, de lo bueno, no se le debe cambiar ni una coma.

La prosa de Umbral me pareció simplemente envidiable. Lo digo de verdad. Quisiera yo tener un quinceavo de su talento para escribir. Irónico, burlón, analítico, reflexivo, preciso, acertado, conciso, irreverente, mordaz, divertido. Y todavía me faltan adjetivos. Si a alguien se le podía endilgar el término de “enfant terrible de las letras” era al Umbral que escribió Amar en Madrid.

El libro me ha encantado, tanto, pero tanto, que se queda en mi biblioteca. Porque además, aunque no la conozca en físico, Madrid es una ciudad que siempre me ha llamado la atención. Y acá se describe a ese Madrid que se debate entre la modernidad y el conservadurismo franquista, que en realidad parecen casi dos “madriles”: uno que se niega a morir pero inicia la retirada y otro que nace y avanza. El de la taberna y el del mesón. Noté cierta nostalgia en algunos textos y el leerlos también me generó nostalgia, no por la ciudad que no conozco, sino por la ciudad que no tengo, lo que va estrechamente relacionado con el hecho de vivir en Caracas, que es un muladar, una morgue o cualquier cosa menos una ciudad.

Rodeada de basura, pintorreteada de tricolor y secuestrada por el hampa, nuestra capital no genera ningún vínculo con sus actuales habitantes. A la añorable de los techos rojos no la conocí, de ella solo tengo alguna noción por los recuerdos de mis padres y abuelos, pero hasta allí. Prácticamente solo queda el Ávila y a mí no me basta. Así que al leer, la envidia a Umbral fue doble: por la prosa y por la ciudad. Aunque cierto es que también esta Caracas da para literatura, pero de la negra, género que me gusta a medias.

Volviendo al libro, que a fin de cuentas es lo que atañe a este blog, creo que la mejor manera de hablar de él es citando algunas de las frases que más me llamaron la atención.

Dice Umbral sobre Madrid: “Esta ciudad donde parece que nadie se va a morir nunca, pese a los civilizados avances de la polución, el tráfico y las labores de tabacos nacionales o extranjeros”.

Sobre los taxis: “Tomar hoy uno de los diez mil taxis de Madrid es una aventura, un riesgo, una novela corta, un todo por el todo, un golpe de suerte y mal negocio”.

Sobre las parejas: “Una pareja, en Madrid, sigue siendo un delito en potencia, tiene siempre”.

Sobre la moral madrileña: Madrid solo persigue, cuida y castiga las formas, nunca el vicio en sí”.
Sobre la gente: “el pueblo de Madrid sigue siendo goyesco y solanesco (…) el Plan de Desarrollo y el ‘seiscientos’ no han curado a la gente de esa fiebre feliz y esperpéntica de hacer lo que le da la gana".

Sobre los bares de la calle Serrano –los más lujosos de entonces-: “A estos bares elegantes no llega la devaluación de ninguna moneda ni la represión de ninguna clase”

Sobre las tabernas: “La taberna es una forma de asociación española que nadie va a poder desarraigar de nuestro pueblo (…) la taberna no se adultera, no se prostituye, no se sofistica, como el mesón o el café, que enseguida quieren ser muy literarios, muy turísticos, muy madrileños"

Sobre la lectura de cartas: “Esto de las cartas, si no se pone en ello demasiado misticismo, tiene una gracia literaria de novelón con estampas, y cada naipe se convierte en una viñeta del destino fingido”.

Sobre las costumbres culinarias anti-pescado refrigerado: “En este pueblo piscívoro y de paladar fuerte no han entrado los sabores pálidos de la congelación. Seguimos siendo una raza insobornable"

A la juventud madrileña la describe con una metáfora de antología: “Estas víctimas de la otra fiesta nacional, el examen nemotécnico”. Bien se sabe que la fiesta nacional de España son -¿o debería usar el copretérito “eran”?- los toros, entonces…que la metáfora se explica sola, vamos.

Los temas tratados, como se desprende de lo anterior, son diversos. Desde las “respetuosas” –prostitutas- hasta el Lerele de Lola Flores, pasando por la playa artificial que alguna vez tuvo Madrid –“al río debían haberle apretado mucho el corsé para que le saliesen esas abundancias de agua”-, la moda masculina, los cafés, las aceras, los pianos, los cubanos y en fin, de todo.

Y ojo que no es tanto por los temas sino por la forma de abordarlos. Por esa percepción aguda que le permitía ir más allá y notar que la diferencia entre una americana y una socialista era: “que ante una boutique de Serrano, la yanqui arruga el hociquito pecoso, decepcionada, pensando en la Quinta Avenida, y la socialista queda fascinada y está a punto de caer de rodillas.”. O recrear el legendario Café Guijón y su ambiente así: “En el café estaban y están los alucinados de esa alucinación que es la gloria. Los últimos hombres libres del país. En el café, los males sagrados del hombre, que son, a saber, la cultura, el arte, la belleza, la gloria, el pensamiento. Los males sagrados que enferman a la humanidad de trascendencia”.

¡Qué arte, macho!...sobran las palabras.

FICHA TÉCNICA
Amar en Madrid
Francisco Umbral
1972
Planeta
220 pág

viernes, 27 de agosto de 2010

Regreso a Middle River-Bárbara Delisnky



Esta fue otra de las adquisiciones de la Feria del Libro de Altamira. Una muy buena oferta -15 Bs.F-, una portada medio llamativa, un título nostálgico, la marca de best-seller de The New York Times -algo así como la señal de la bestia- y una autora medio desconocida que publica libros como churros -más de 40 en casi tres décadas- eran las piezas del rompecabezas. Un rompecabezas llamado Regreso a Middle River, una especie de novela fast-food, de esas que venden en los supermercados gringos y que de vez en cuando uno consume.

De modo que me adentré en la aventura de Annie Barnes, una exitosa escritora que tras la muerte de su madre aprovecha pasa un mes de vacaciones junto a sus hermanas y sobrinos en Midle River, el pueblo neoinglés donde nació. Allí se deberá enfrentar a unos cuantos enemigos: su pasado, que le trae malos recuerdos porque era rechazada y fea; el pueblo, que la recibe con hostilidad temiendo que escriba un libro en el que queden mal parados como les ocurrió hace años; su hermana mayor, que teme que dañe la reputación de su familia; y los Meade, que son los 'amos de ese valle' y la detestan. Por si esto fuera poco, resulta que al llegar descubre que las causas de la muerte de su madre no están claras y aparece por allí la palabra mercurio junto a una fábrica que contamina. Así que hay odio y misterio, falta, pues, el tercer elemento: romance, el cual, como no podía ser de otra manera, surge es con el único bueno de los Meade. Nada que uno no haya leído antes.

El libro como tal no es malo, pero no deja absolutamente nada. No es un libro memorable, no es un libro que marque, no es un libro que emocione, no es un libro para releer, es simplemente un libro para pasar el rato, una historia medio trillada, escrita correctamente, con algunos personajes muy arquetípicos –los malvados empresarios Sandy y Aidan Meade, la buena Annie, la pobre Phoebe, el noble James Meade-, un misterio que está resuelto casi desde el principio y un final de vivieron felices para siempre. La explicación de lo que es la contaminación por mercurio, sus efectos, como se puede producir y como se puede tratar, así como algunas descripciones del victoriano pueblo de Middle River son para mí lo más rescatable.

Sin embargo, Regreso a Middle River tiene un plus extra: la historia de Peyton Place, un libro que revolucionó y escandalizó al EEUU de los años treinta, en el que su autora, Grace Metallious, dejó al descubierto las miserias y secretos de los habitantes de un pueblo de Nueva Inglaterra homónimo del libro. Éste vendió millones de ejemplares, estuvo durante no sé cuantas semanas en 1er lugar de ventas, se prohibió, se quemó, se llevó al cine y a la TV. Total que entonces resulta que el pueblo al que Annie Barnes regresa es el mismo pueblo que inspiró Peyton Place, que ella es una devota ferviente de Metallious, con quien tiene, incluso, conversaciones mentales, y que su madre y su abuela son personajes de Peyton Place.

Investigando un poco más, me enteré que en realidad el verdadero título del libro es “Loocking for Peyton Place” -¿de dónde sacaron los traductores eso de Middle River?- y que Delinsky lo escribió como homenaje a Metallious. De modo que si antes dije que el libro no dejaba nada, ahora me retracto: deja una curiosidad inmensa por leer Peyton Place. Así que si ese era el fin de su autora, pues lo logró…aunque no eran necesarias 425 páginas para ello.

FICHA TÉCNICA
Regreso a Middle River
Barbara Delisnky
DeBolsillo
2008
425 pág.

Cambalache de libros

Desde hace algún tiempo la Alcaldía de Chacao viene realizando bimensualmente en alguna plaza del municipio un evento llamado Cambalache de Libros, es decir, intercambio de libros. El procedimiento es el siguiente: uno va a la plaza con los libros que ya no quiera –máximo 10-, los entrega en un toldo, por cada libro recibe un ticket y luego se acerca a las mesas donde son puestos los libros, selecciona los que le interese y por cada ticket se puede llevar un libro.

El sábado pasado fui a mi primer Cambalace con cierta reserva porque tenía dudas acerca de la respuesta de la gente y la clase de libros que cada quien llevaría. Así que acudí al closet de mis padres y saqué ocho viejos libros y puse dos de mi propia cosecha de los que hace tiempo que me quería deshacer: Unisex de Carlos Flores y Peor que tú de Gabriel Torrelles.

Con el botín preparado acudí a la cita en la nueva plaza de Los Palos Grandes y mi sorpresa fue mayúscula. Había gente por montón y buenos libros hasta decir basta. Así que entre una cosa y otra llegué a casa con una serie de títulos que me garantizarán lectura hasta dentro de bastante tiempo y por ende entradas en este recién nacido blog. A saber:

Amar en Madrid-Francisco Umbral

El abrazo del tamarindo
-Milagros Socorro

El señor Marx no está en casa
-Ibsen Martínez

Gracias a ti
-Alfredo Tarre Murzi (Sanín)

Tirano Banderas
-Ramón del Valle-Inclán

El coronel no tiene quien le escriba
-Gabriel García Márquez

El Viejo y el Mar
-Ernest Hemingway

Elogio a la madrastra
-Mario Vargas Llosa

Platero y yo
-José Ramón Jiménez

¿Cómo resistirse a Joe?
-Joly Foster

Del buen salvaje al buen revolucionario
-Carlos Rangel

Concubinas presidenciales
-Carlos Capriles Ayala

El Obispo
-Bruce Marshall

Entrevista con la historia
-Oriana Fallaci

La Invitada
-Simone de Beauvoir

e-mails
-Matt Beaumont

Don Camilo
-Giovanni Guareschi

Nací de Nuevo
-Charles Colson

Pobre negro
-Rómulo Gallegos

Si son más de diez es porque a medida que se acercaba el fin del evento, éste cambiaba de modalidad: a eso de las 5:30 PM se activó un 2x1 y a eso de las 6:00 PM ya era llévese el libro que usted quiera. Claro que a esas alturas la mayoría de los que quedaban no aparecía ni en Google.

Como se puede apreciar, conseguí de todo un poquito. Desde clásicos de la literatura, hasta libros recién salidos al mercado, pasando por ensayos políticos y entrevistas. El balance, por lo menos para mí, es más que positivo, me queda el compromiso de llevar mejores títulos para el próximo Cambalache, que se realizará en octubre, ya que el éxito de este tipo de eventos depende es de eso, de la calidad de los libros que cada quien lleve, y por lo menos yo me siento comprometido a garantizarle larga vida a esta buena iniciativa.

jueves, 26 de agosto de 2010

Matar a un ruiseñor-Harper Lee


Cuando lo agarré en el estante de promociones de libros a 10 BsF no tenía idea de la joya que me estaba llevando. Sabía, sí, gracias a San Google, que era un clásico de la literatura norteamericana, que durante años había sido lectura obligatoria en las escuelas de ese país, que su autora había ganado un Pulitzer, que no había escrito ningún otro libro, que la película ganó dos premios Oscar -uno de ellos a mejor guión- y etc, pero jamás me esperé que fuera la maravilla que leí.

De lectura fácil, Matar a un ruiseñor me atrapó de una y devoré con insaciable hambre sus 410 páginas en cuestión de día y medio, cosa que hace tiempo no sucedía. Pero además de engancharme, logró hacerme reflexionar, pensar, meditar a la vez que sentir rabia, compasión, nostalgia y otra amplia gama de emociones. Toda una experiencia de libro.

La historia se encuentra ambientada en los años duros de la Gran Depresión y las acciones tienen lugar en Maycomb, un condado ficticio de Alabama, al sur de los Estados Unidos, lugar racista por excelencia. Todo es narrado por Jean Luise Finch, alias Scout, una niña de seis años, huérfana de madre, que vive con su padre, Atticus Finch, su hermano Jen y una sirvienta negra de nombre Calpurnia.

El plato fuerte lo constituye el juicio a Tom Robinson, un hombre negro acusado falsamente de violar a una mujer blanca de nombre Mayella Ewell. Atticus Finch acepta el nombramiento como abogado defensor del acusado, lo que por un lado le trae un sinfín de problemas con casi todo Maycomb, cuyos habitantes, cargados de prejuicios raciales, condenan que se defienda la inocencia de un hombre de color; pero que por otro lado le sirve como oportunidad extraordinaria para darle una lección de integridad a sus hijos y al pueblo.

La parte del juicio es memorable, tanto por la descripción de todo el proceso, el interrogatorio, las deliberaciones, así como por la atmósfera de tensión que logra construir Lee en torno a la decisión del jurado y, sobre todo, por la calidad de los alegatos y argumentos que esgrime Atticus en su discurso final. Hay párrafos grandiosos acerca del racismo, la igualdad y la justicia, por ejemplo:

“Hay una cosa en este país ante la cual todos los hombres son iguales; hay una institución humana que hace a un pobre el igual de un Rockefeller, a un estúpido igual que un Einstein y a un ignorante igual que un director de colegio. Esa institución, caballeros, es un tribunal”

“Caballeros, un tribunal no es mejor que cada uno de ustedes, los jurados que están sentados delante de mí. La rectitud de un tribunal llega únicamente hasta donde llega la rectitud de sus jurado, y la de un jurado llega solo hasta donde llega la de los hombres que lo componen”

Sin embargo, la rectitud de los hombres que lo componen no es tan firme como uno desearía y se termina cometiendo la injusticia. A los ojos de Scout: “en los tribunales secretos de los corazones de los hombres, Atticus no tenía ninguna posibilidad. Tom era hombre muerto desde el momento en que Mayella Ewell lo había señalado con el dedo". Cosa que él le explica a su hijo de la siguiente manera: “El sitio donde un hombre debería ser tratado con mayor equidad es una sala de justicia, cualquiera que fuera su color; pero la gente no es capaz de dejar fuera del recinto del jurado sus resentimientos y prejuicios"

En esta parte encontré un paralelismo bárbaro con la Venezuela “revolucionaria” en la que me ha tocado vivir. Así como allá el dedo de Mayella Ewell bastaba para sentenciar de antemano a Tom Robinson, acá también el dedo acusador y todopoderoso de Chávez basta para sentenciar injustamente, y que lo diga Maria Lourdes Afiuni. Y así como allá el color negro era una condena adelantada, acá el tener un color distinto al rojo lo es también. Situaciones que desgraciadamente se terminan repitiendo.

Aparte del de la justicia, la niñez es otro aspecto que brilla con maestría. Como ya dije, todo el libro es narrado desde la perspectiva de una niña de seis años que se mueve entre la inocencia y las ganas de saber. Ella, su hermano Jen y Dill, un joven que va para allá de vacaciones y cuyo personaje está inspirado en Truman Capote, con quien Lee compartió en la infancia, forman un trío de amistad y complicidad incondicional para llevar a cabo las más variopintas aventuras. Sin embargo, como la historia se desarrolla durante casi tres años quedan en evidencia los cambios que van sufriendo todos, pero en especial Jen, a quien el carácter se le vuelve irritable, el ego y las ganas de demostrar que sabe más que nadie se le suben y el hambre se le dispara. Se vuelve también más responsable, y deja de ser el cómplice incondicional que avalaba todo.

Lo que significa crecer lo resumió Lee con una frase sencilla, simple si se quiere, pero que me llegó. Sucedía casi al final del libro, pasado ya tres años, cuando los hermanos van caminando juntos de noche rumbo a la escuela y Jen le pregunta a Scout si todavía le tiene miedo a los fantasmas, cosa que ella niega. A partir de allí surge la siguiente reflexión:

"Fantasmas, fuegos fatuos, encantamientos, signos secretos, todo se había desvanecido con el paso de los años"

La cual me hizo sentir cierta nostalgia por aquellos tiempos en los que uno creía en cosas así. Si algo refleja el paso de los años y la llegada de la madurez, eso es la pérdida de esas creencias. La racionalización del pensamiento en detrimento de la imaginación como consecuencia inexorable del paso del tiempo es lo que condensa la frase. La pérdida de ese mundo de lo posible en el que cualquier cosa podía pasar, que es una manera simbólica de representar la inocencia de la niñez, está representada en esas palabras, que describen algo por lo que todos hemos pasado.

Ya para el final quería dejar a Atticus Finch, un hombre de principios, recto, honesto, justo y correcto. Abogado ejemplar, padre abnegado y sabio maestro. Un Quijote americano y cuerdo. La mayoría de sus intervenciones están cargadas de ejemplarizantes lecciones. Todo un modelo no de lo que es políticamente correcto, ya que esto podría sonar a hipocresía, sino de lo que es auténtica y verdaderamente correcto. Un hombre que actúa según lo que le dicta su conciencia –“la única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno”, le dice en una ocasión a su hijo- y que aún sabiendo que tiene un caso perdido, decide tomarlo y defenderlo porque es lo correcto. Precisamente esa es otra de sus grandes lecciones:

“Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”

Y Atticus, entre otras cosas, lo era.

En fin, un libro inolvidable, de esos que hay siempre que tener en la biblioteca. Una auténtica joya para leer y releer, para pensar y reflexionar, para reír y llorar. Un libro perfecto, que no deja a nadie indiferente.

FICHA TÉCNICA
Matar a un Ruiseñor
Harper Lee
Ediciones B
2006
410 pág

¿Por quién doblan las campanas?-Ernest Hemingway



Después de haberla tenido guardada un buen tiempo, decidí por fin leer Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway. La conseguí barata en una librería de Sábana Grande y aunque el tema bélico no es de mis favoritos pensé que solo por un título como ese y por haber tenido su autor el tino de escoger la reflexión de John Donne para empezarla merecía ser leída.

Así que aprovechando que estaba de vacaciones en un pueblo donde no había mucho que hacer y me estaba quedando en un hotel en el que servían la cena a las 7:00 PM y después a la habitación, pues dediqué las noches a entrarle a las más de seiscientas páginas de la que es considerada una de las mejores obras del afamado autor estadounidense, ganador, entre otros, del Nobel.
.
Y si elegí el verbo "entrarle" no fue por mera casualidad, ya que al principio me resultó bastante difícil comenzar a leer la novela. No engancha de entrada y es con un poco de empeño y fe en Hemingway, sobre todo eso, que se superan esas primeras páginas y se consigue uno, entonces sí, con el libro prometido. Un libro bueno, pero que a veces, me parece, y puede que en esto influya mi gusto anti-bélico, pierde el ritmo. Sucede precisamente cuando describe, con mucha precisión y poca gracia, las escenas de batallas, ataques, combates o sus preparativos, que se tornan confusas y muy difíciles de imaginar. Capítulos como el del ataque al campamento de "El Sordo" me llegaron a parecer, incluso, hasta prescindibles.

A pesar de esto, el libro goza de suficientes elementos como para brillar con luz propia. Puede que su mayor mérito sea captar en su más pura esencia todo lo que implica y significa una guerra civil. En tres días y con pocos personajes, Hemingway captura la guerra entera y cómo la vive y padece el pueblo llano, encarnado en esos "guerrilleros" con los que Robert Jordán se ve obligado a convivir para llevar a cabo su misión. La frase: "Nadie está exento. La guerra ha llegado y se ha llevado a todo el mundo por delante" resulta tan significativa como reveladora en cuanto muestra cómo el conflicto armado fue algo de lo que nadie pudo escapar y terminó siendo asunto de todos.

Como en toda guerra civil, la mayoría de los combatientes no son soldados entrenados para ella, sino gente común y corriente, por eso las reflexiones, sobre todo en voz del viejo Anselmo, en el capítulo 15, acerca de lo que significa matar tienen gran valor. A él no le gusta hacerlo, se siente fatal cuando le toca, llora, lo atormenta la sola idea y pasa buena parte de su tiempo reflexionando al respecto y pensando en la penitencia que luego habrán de realizar todos para expiar y pagar por los asesinatos cometidos. Allí queda en evidencia uno de los peores aspectos de la guerra: su capacidad de arrastrar y transformar a gente buena en asesinos, aún en contra de su voluntad. Y más cuando, como se dice en alguna parte del libro: “En una guerra uno nunca mata a quién querría matar. Bueno, casi nunca”.

Me llamó mucho la atención la pérdida de Dios y de la religión dentro del bando republicano, peleado con la iglesia. Expresiones como "la semana santa del que era Nuestro Señor" o "cuando teníamos un Dios" son comunes en ellos y sin embargo en los momentos cruciales muchos terminan rezando partes del Padrenuestro el Avemaría o la Salve. Pero a falta de Dios o religión está "la república". Ese concepto, del que cada quien piensa algo distinto y nadie sabe con certeza lo que es, termina siendo la utopía, esa cosa idealizada que sirve de aliciente cuando el ánimo y las ganas bajan o, peor aún, cuando llega la hora de matar. Es el fin supremo que justifica los medios. Toda acción, aunque el sentido común, la moral o los principios digan lo contrario, se justifica si ayuda a y es en pro de la república. Allí queda desnuda la lógica de la guerra: puede que esté mal, puede que no queramos, pero si es por la república se hace...lo triste es que al final, y esto se aprecia muy bien en el libro, nadie sabe con qué y cómo se come eso de república.

Una de las cosas que hay que agradecerle a Hemingway es haber tenido la suficiente amplitud mental como para no hacer una novela militante y panfletaria. A pesar de su simpatía por la causa republicana y a pesar de que Robert Jordán lucha con los republicanos contra los fascistas, en la novela se muestran de algún modo ambas caras de esa moneda de horror que fue la Guerra Civil española. La narración de Pilar de la toma “republicana” de su pueblo y la de María de la toma fascista del suyo, ambas con sus respectivas matanzas y dosis brutales de barbaridad e ignominia, permiten tener una noción clara de lo que fue ese conflicto de lado y lado.

De hecho, no faltan críticas para el bando republicano. Sin embargo, en lugar de detenerme en ellas me gustaría hacerlo en par de demoledoras frases que surgen de las reflexiones de Robert Jordán:

“¿Hubo jamás un pueblo como éste, cuyos dirigentes hubieran sido hasta ese punto sus propios enemigos?”

“Dios tenga piedad de los españoles. Cualquiera de sus dirigentes los traiciona”

Sobran las palabras.

Con respecto a los personajes, el mejor de todos para mí fue Pilar, en quien con gran maestría Hemingway logró retratar a la mujer fuerte y severa de la España profunda. La españolidad, toda, se condensa en ella. Desde su forma de hablar hasta su fuerte carácter, pasando por la simpatía, el folclorismo, el gusto por el “cotilleo” y todas esas cosas que la convierten en el arquetipo de la española.

Por el contrario, María, el conejito, fue para mí un personaje insoportable. Gafa, tan insípida como el agua, sumisa hasta lo indigno e ingenua hasta la oligofrenia, todos sus diálogos eran cursis y empalagosos. En vez de ternura despertaba lástima, y en vez de ganas de protegerla, lo que generaba eran ganas de pegarle a ver si dejaba la estupidez. Con ella la trama romántica del libro, que tenía su peso e importancia, se diluyó completamente. ¡Y pensar que a Ingrid Bergman le tocó representar ese papel en el cine!

Podría seguir escribiendo sobre la novela, pero ya el cansancio puede conmigo. Si de concluir se trata diré que la experiencia de leerla ha sido bastante buena: Es un novelón, en el mejor sentido del término, totalmente recomendable, bien escrito, con unas reflexiones bastante acertadas, que permite (re)vivir de cerca lo que fue ese cruento episodio en la historia de España y que además, ya al final, te permiten entender por qué Donne tuvo razón cuando dijo que las campanas doblan por ti. Y me hubiese despedido con esa frase, pero lo hago con otra en la que Hemingway retrata en voz de Jordan a los españoles:

“Esta gente es maravillosa cuando es buena. No hay gente como ésta cuando es buena, y cuando es mala no hay gente peor en el mundo”

No se diga más.

FICHA TÉCNICA
¿Por quién doblan las campanas?
Ernest Hemingway
DeBolsillo
2006
620 pág.

Las Abuelas-Doris Lessing

Producto de lo que se podrá calificar como una crisis compulsiva de compra, terminé saliendo de la feria Lectura Chacao 2010, celebrada en Plaza Altamira en el pasado abril, con un libro de Doris Lessing.

¿Y quién es Doris Lessing?

Eso mismo me pregunté en el puesto del grupo Zeta donde se encontraba el libro en oferta. De modo que blackberry en mano googleé para descubrir que la afable ancianita de la contraportada era la Premio Nobel de Literatura 2007 y que su bibliografía sobrepasaba las cuarenta obras. Así que para no entrar en muchos detalles, me bastó con su Nobel y con el precio -10 BsF- para tomar la decisión de comprarlo, lo que es un indicativo claro de lo “impresionable” que es mi criterio literario.

Total que hoy he terminado el libro, cuyo título, por cierto, es “Las Abuelas”. Se trata de un compendio de 4 cuentos –Las Abuelas, Victoria y los Staveney, El Motivo y Un hijo del amor- que, cito de la contraportada, “se sumergen en los vericuetos de la vejez”.

He de decir que si una virtud tienen los relatos, y por ende su autora, esa es una prosa clara y sencilla, diría incluso económica, que hace que la lectura sea bastante fácil. Con muy pocos adornos, sin grandilocuentes ni memorables frases, pero con una precisión magistral –no faltan ni sobran palabras- Lessing le otorga al libro una agilidad que siempre es de agradecer a la hora de la lectura.

Lo mismo sucede al describir personajes, situaciones o ambientes: usa justo lo necesario y con poco dice mucho. No redunda, no hace énfasis en detalles que no aportan y prescinde de todo lo prescindible. A sus 90 años –tenía 85 cuando lo escribió-, no parece estar dispuesta a perder tiempo y eso bien se refleja en el libro.

Los relatos brillan con luz propia. Como es lógico, alguno me ha gustado más que otro, pero en general todos tienen algo. Contrario a lo que se desprende de la portada, la vejez, si bien se ve reflejada en algunos personajes, no es el argumento central sobre el que giran los relatos y de hecho hay uno, Un hijo del amor, en el que no parece estar presente.

De las cosas resaltantes, he de decir que la relación erótico-amorosa entre los personajes de Las Abuelas es bastante sórdida y choca un poco. La descripción en Un hijo del amor del calvario que viven los soldados ingleses a bordo del barco que los lleva con destino a la "guerra" es tan buena como agobiante. Y ni hablar de la vigencia que tiene El Motivo, en cuanto muestra cómo el ejercicio del poder por parte de un incompetente y la falta de educación llevan a una civilización modélica a la decadencia.

Los finales son los que no me han gustado del todo. Creo que son muy abiertos y en general me han dejado con una sensación de vacío, de querer saber qué pasó después, en qué quedó todo. Sin embargo, vale la pena leer el libro y ya estaré pendiente de ver qué más consigo de Doris Lessing, que con estos cuentos ha logrado captar mi interés.

FICHA TÉCNICA
Las abuelas
Doris Lessing
Ediciones B
2006
360 pág.

Presentación

miércoles, 25 de agosto de 2010

Los libros que leí