martes, 14 de septiembre de 2010

Sabana Grande era una fiesta-Fausto Masó


Una oferta engañosa. Esa es la mejor manera de calificar este libro. Uno lee el título y piensa que se va a encontrar con la descripción de aquel Sabana Grande que, como el París de Hemingway, era una fiesta. Uno ve en las fotos de los anexos a Uslar Pietri, a Miguel Otero Silva, a William Niño Araque, a Teodoro Petkoff, a Miguel Henrique Otero, a Leonardo Padrón y piensa que va a leer un libro en el que se van a contar anécdotas de ellos en aquellos años -tal se la pasaba aquí, cual lloraba sus penas de amor allá, este escribió el primer capítulo de su famosa novela en las sillas de este café- y resulta que no, que nada se aleja más de la realidad.

Pero empecemos por el principio y hagámoslo con una precisión tan perogrullesca como necesaria: Un lugar y un ambiente pertenecen al ámbito de lo físico y de lo social, respectivamente. En medio de todo ello está lo histórico -eventos sociales trascendentes que ocurrieron en ese determinado lugar-. Por lo tanto, si lo que se pretende recrear es eso -¿y qué más se puede pretender recrear con un título como "Sabana Grande (lugar) era una fiesta (ambiente)"?- es necesario, casi indispensable, describir lo físico, narrar lo social y contar lo histórico. Pero Masó se olvida del primer y tercer elemento para afincarse en el segundo.

Y he aquí otro problema: los personajes por medio de los cuáles se nos mostrará la fiesta que era Sabana Grande son personajes en los que la relación con el sitio no queda clara. Uno no sabe si era gente asidua del boulevard o si iban de vez en cuando. Si eran personajes típicos o estaban de pasada. Porque sus historias muy raras veces tienen lugar allí.

Se encuentra entonces uno con 22 crónicas -unas buenas, unas malas y otras, la mayoría, que empiezan muy bien y terminan desconcertantemente mal- sobre una variopinta gama de personajes -exiliados, ladrones, locos, enfermos y pare usted de contar- cuyo nexo común no parece serlo 'la gran avenida' o el "Gran Café" sino la amistad con Fausto Masó. Que de eso, al final, es de lo que se trata el libro: de la vida de los amigos, de los íntimos, de los cercanos a Masó. Mientras que de Sabana Grande solo tiene el título, las fotos, algunos párrafos del prólogo de Sergio Dahbar y el epílogo. Más nada. Una que otra mención de algún restaurant, café o local y listo.

Entonces hay entre título y obra un trecho más largo que el que, según la sabiduría popular, existe entre dicho y hecho. Pero todo tiene una explicación: resulta que el libro es la reedición de uno que él escribió en los ochentas llamado Gran Café, el cual prologaron, epilogaron, foto-anexaron y, hágase el engaño y el engaño se hizo, re-titularon con el título que jamás debió ser. Porque en honor a la verdad -y al respeto al lector- ese libro debió llamarse: "Historias de mis amigos", "La vida de mis amigos", "22 crónicas de gente con la que compartí en Sabana Grande", pero nunca así.

Total, se trata de una oferta engañosa -que es una manera elegante de decir estafa-, de discutible calidad literaria -he leído peores y mejores- y que puede servirle al lector para cualquier cosa menos conocer/recrear/revivir ese "Sabana Grande[, que] era una fiesta".

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