miércoles, 7 de marzo de 2012

La tentación de San Antonio, Gustave Flaubert

Según las reseñas de internet, esta es la obra “más secreta” de Flaubert. Una obra que tuvo que rescribir tres veces y que no fue muy del agrado de los amigos a los que se la leyó. La historia es la de San Antonio Abad, un ermitaño que en el desierto se ve acosado una noche por truculentas y macabras tentaciones.

Si tuviera que usar un solo adjetivo para el libro, ese sería agobiante. Las tentaciones en este caso, apariciones se van sucediendo una tras otra prácticamente sin pausa, como en una especie de abominable desfile de herejías y horrores. No más terminas una, inmediatamente, sin pausa, viene otra, y así hasta el final.

Dos cosas me llamaron la atención del libro: en primer lugar la amplia cultura de Flaubert, que si no estudió teología, bastante sabía de herejías, dioses, cultos paganos, ídolos, demonios y demás; amén de filosofía y mitología. De todo eso hace gala a lo largo del relato, al construir las distintas tentaciones. En segundo lugar, aunque esto no es sorpresa, la capacidad descriptiva del autor, que acertadamente aunque a veces para mal del lector, que se las imagina muy bien− usa las palabras precisas para detallar las apariciones que martirizan al protagonista.

Aunque corto, el libro es bastante denso. La lectura se complica, además, con varias palabras antiguas que necesariamente hay que buscar en el diccionario. Al leerlo, como dije anteriormente, fue agobio lo que sentí; sin embargo, una vez terminado, me dejó un aprecio mayor al Magisterio y a la Tradición de la Iglesia Católica, ya que al ver las distintas herejías que se dieron en el cristianismo primitivo -capítulo III, principalmente- no pude dejar de agradecer la gracia de poder contar con una doctrina firme, bien guardada por la Iglesia...que miren si debió de ser difícil, dígalo San Antonio.

Valoración: 8/10

lunes, 5 de marzo de 2012

Los metales nocturnos-Francisco Umbral

Encontrar un libro de Paco Umbral en Venezuela equivale a hallar una aguja en un pajar. Es una rareza, algo extraordinario. De ahí que dondequiera que vea alguno, sea cual sea el precio, siempre lo lleve. Porque con Umbral pasa una cosa –al menos hasta ahora-: no decepciona. Puede estar mejor o peor, pero siempre dentro de un nivel aceptable.

Eso ha sucedido con ’Los metales nocturnos’, novela que conseguí en una feria de libros usados a un precio irrisorio y en edición de tapa dura. En ella nuevamente Umbral vuelve a tres de sus temas favoritos: la noche, Madrid y la jet. En eso me recordó un poco a El Giocondo, solo que esta vez el protagonista es ya un hombre maduro, que vive una noche intensa en el Madrid de, quizás, finales de los ochenta, rodeado por una variopinta y sórdida gama de personajes en decadencia la mayoría ya mayores; la única joven, muerta.

El protagonista del libro es un escritor, también en decadencia, que narra todo en primera persona. Después de ese recorrido intenso por la noche madrileña, de vivir cualquier cantidad de experiencias, termina metido en la cárcel, y ahí comienza una especie de transformación diríase redención, de no ser por el marcado sentimiento antireligioso de la obra, que lo lleva a preferir el encierro y la privación se niega a escribir, no sea cosa que, piensa, le salga una obra mística a la libertad. “Me condenan a la calle. No sé si podré soportarlo”, dice al final.

Sin embargo, más allá de las acciones y los hechos, son las descripciones y las reflexiones las que hacen de este un buen libro. La prosa umbraliana se despliega a su antojo y nuevamente deja frases inmarcesibles, párrafos magistrales y escenas memorables. Los pocos diálogos del libro están llenos de una deliciosa y fina ironía. Escasamente llega a las 200 páginas, pero cumple con aquello que “de lo bueno poco”, porque más que para leerlo, es para deleitarse y saborearlo lentamente.


Valoración 7/10

domingo, 4 de marzo de 2012

El huerto de mi amada, Alfredo Bryce Echenique

Porque recientemente me he impuesto una severa disciplina que me impide dejar libros a medias es que he logrado terminar El huerto de mi amada, de Alfredo Bryce Echenique, ya que de lo contrario y miren que la tentación fue grande lo hubiera dejado a la mitad. El libro no me ha gustado pero nada. La trama, que podía ser interesante un adolescente de sociedad que se fuga con una treintañera en la Lima de los cincuenta, se pierde con un protagonista que lo único bueno que tiene es el nombre, Carlitos Alegre, porque de resto resulta ser un personaje demasiado irreal e inverosímil, tanto, que ni a pintoresco llega. Lo mismo pasa con los mellizos “amigos” de él, cuyas desventuras, destinadas a poner el toque humorístico, me aburrieron.

El libro no me lo creí nunca un amor a primera vista fue tan falso, y puede que de ahí se derive su fracaso conmigo. No me sentí nunca en la Lima de aquellos años. A mi juicio entre otras cosas le faltó contexto, crear atmósfera, algo de descripción y adentrarse un poco más en las vicisitudes, sentimientos y dilemas de los personajes, y de lo que significaba una aventura así en tal época.

Lo único destacable es el estilo de Bryce, confuso, anárquico, desordenado, coloquial…muy propio. Pero eso no basta para hacer buena esta novela, ganadora, por cierto, del Premio Planeta en 2002, no sé si porque las demás eran muy malas, o es que el premio lo es.

Valoración 4/10