Según las reseñas de internet, esta es la obra “más secreta” de Flaubert. Una obra que tuvo que rescribir tres veces y que no fue muy del agrado de los amigos a los que se la leyó. La historia es la de San Antonio Abad, un ermitaño que en el desierto se ve acosado una noche por truculentas y macabras tentaciones.
Si tuviera que usar un solo adjetivo para el libro, ese sería agobiante. Las tentaciones –en este caso, apariciones− se van sucediendo una tras otra prácticamente sin pausa, como en una especie de abominable desfile de herejías y horrores. No más terminas una, inmediatamente, sin pausa, viene otra, y así hasta el final.
Dos cosas me llamaron la atención del libro: en primer lugar la amplia cultura de Flaubert, que si no estudió teología, bastante sabía de herejías, dioses, cultos paganos, ídolos, demonios y demás; amén de filosofía y mitología. De todo eso hace gala a lo largo del relato, al construir las distintas tentaciones. En segundo lugar, aunque esto no es sorpresa, la capacidad descriptiva del autor, que acertadamente –aunque a veces para mal del lector, que se las imagina muy bien− usa las palabras precisas para detallar las apariciones que martirizan al protagonista.
Aunque corto, el libro es bastante denso. La lectura se complica, además, con varias palabras antiguas que necesariamente hay que buscar en el diccionario. Al leerlo, como dije anteriormente, fue agobio lo que sentí; sin embargo, una vez terminado, me dejó un aprecio mayor al Magisterio y a la Tradición de la Iglesia Católica, ya que al ver las distintas herejías que se dieron en el cristianismo primitivo -capítulo III, principalmente- no pude dejar de agradecer la gracia de poder contar con una doctrina firme, bien guardada por la Iglesia...que miren si debió de ser difícil, dígalo San Antonio.
Valoración: 8/10